miércoles, 12 de noviembre de 2014

El Teatro Comunitario, un gran medio

Mi conexión con el teatro comenzó en la escuela. 
No recuerdo haber tenido vocación de actriz, pese a que por mi precoz lectoescritura, memoria y tal vez por mi desenfado natural, fui elegida desde los primeros años para representar papeles con texto.
Sí recuerdo el placer de escribir, dirigir, ambientar, iluminar y musicalizar un par de obras escolares, con desconocido resultado estético, pero con suma satisfacción.
El teatro no estaba entre mis inquietudes. 
Sin embargo, alguna vez antes de casarme, siendo muy jovencita, intenté aprender a actuar. No pasó de ser un conato que duró sólo una o dos clases, mi novio de entonces no vio con buenos ojos el reconocimiento físico entre compañeros; eso de tocarse y aprenderse, tampoco me pareció un ejercicio convencional en su momento. Una adolescente de familia cristiana no debía hacer determinadas cosas.
Hoy veo con pena mi vida pasada, porque aprendí muy bien la mecánica de la autocensura y poco hice para concretar mis sueños, aún los permitidos. ¡¡¡ Y me decían rebelde !!!
Hago memoria, pero me cuesta recordar cuándo fue la primera vez que disfruté de una obra, con quién o qué vi.
Alguna vez hasta pensé en estudiar escenografía o cine, pero todo quedó en un pensamiento que no dejó mayor marca que la de una piedra sobre el agua.
Conocí algunos entretelones teóricos de este lenguaje artístico en la facultad y también gracias a mi hermano actor.
El hecho es que mi quinta década me encuentra actuando en el teatro comunitario.
No cualquier teatro, sino el comunitario, esa actividad que va más allá de lo meramente actoral para centrarse en el encuentro con el otro, MI VECINO y en la creación colectiva de la representación de la realidad local. El teatro comunitario implica aprender a cantar, a actuar, a preparar una escenografía, un muñeco, un vestuario; aprender a observar, afinar la percepción, sin presiones, sacar a pasear a la luz a esos personajes que son el propio ser en diferentes situaciones, con permiso para mostrarse porque, está claro, es teatro. Y es también rescatar el humor, el juego, la convivencia pacífica en la discordancia con el compañero y con el público, el trabajo colectivo, en todas las situaciones.
Una expresión en la que no solamente se dicen sino que se viven los términos ‘nosotros’, ‘todos’, ‘colectivo’, ‘comunitario’, profundizando su semántica numérica. Una actividad en la que la creatividad y el trabajo, se potencian, y lejos de anular o estimular individualidades, las pone al servicio del conjunto.
El teatro es hoy un lenguaje que me gusta explorar como espectadora. Y el teatro comunitario el medio para sentirme parte de esta ciudad, City Bell, (uno de mis pocos sueños cumplidos); para sentirme en la cocina de una expresión cultural que tiene mucho para decir. Y la cocina es el lugar de mi casa en el que me siento más cómoda, en el que paso mucho tiempo creando, haciendo pases mágicos y explorando sabores que me dan mucho placer.

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